El gobierno de cristal bajo ningún supuesto debe abrirse frentes que desangren a Kuczynski y fomenten la destrucción de la excesivamente debilitada gobernabilidad del país. Esta es una premisa estratégica a la que deberían de someterse todas las tácticas operativas del ppkausismo. Sin embargo, para sorpresa de la opinión pública, sucede todo lo contrario. El gobierno de cristal decide proteger a una ministra cuestionadísima como la señora Ana María Romero, brazo derecho de Alejandro Toledo. Si alguien piensa que la señora Romero es imprescindible, entonces tenemos que concluir que el Ejecutivo padece el peligroso síndrome de Saavedra. Estamos ante una ministra cuya labor es desconocida para el gran público y el gobierno de cristal decide defenderla como si se tratase del Morro de Arica. Por favor, señores del Ejecutivo, ¿no aprendieron la lección de Saavedra? Los ministros son fusibles y más aún los que generan coaliciones que ponen en riesgo la estabilidad necesaria para el diálogo.

Lo mismo sucede con el delicado tema de la ideología de género. Si medio millón de personas dicen que existe, aunque la ministra Martens sostenga lo contrario, lo políticamente eficaz es sentarse a conversar. Sin embargo, el apparatchik caviar empuja a la ministra a encerrarse en vez de dialogar. No la ayudan, la envían al abismo. Lo que esta situación provocará es que la coalición que derribó a Saavedra pronto se activará nuevamente, con las mismas banderas y similar fuerza.

El tercer tema de enfrentamiento es el del matrimonio homosexual. Mientras el Presidente se bate para defender a un gabinete comprometido, sus congresistas deciden abrir un gran debate sobre el matrimonio homosexual en un momento complicado, lo que generará suspicacias. Gran parte de la población pensará que, ante la crisis moral provocada por Odebrecht, esta es una maniobra distractiva que busca desviar la atención de la población. ¿Alguien puede decirle al gobierno de cristal que no inicie guerras que no puede ganar? 

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