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El 21 de diciembre del 2017 las redes se teñían de un tono elogioso. Líderes de opinión, respetados periodistas y cientos de usuarios destacaban la exquisita exposición de Alberto Borea, encargado de defender de la vacancia a Pedro Pablo Kuczynski. Borea era un héroe de la democracia y así lo retrataba el sentir tuitero.

Algo parecido pasaba con los “Avengers”, que venían siendo aplaudidos por muchos debido a su antikeikismo.

El triunfo de la democracia y sus héroes, sin embargo, duró menos de una semana. El 24 de diciembre PPK indultó a Fujimori. Tres meses después, un video que mostraba a Borea junto al congresista Mamani terminaría de pinchar el globo. Los “aliados por la democracia” habían pasado de ser héroes a villanos en cuestión de segundos.

El concepto de “hemiplejia moral” de José Ortega y Gasset, según el cual uno no es capaz de ver más allá de su posición política, jugó un rol entonces y, en esta coyuntura, podría recobrar vigencia.

Hoy, el título de héroe nacional lo ostenta el fiscal José Domingo Pérez, quien se ha convertido en toda una celebridad: carteles con su foto, arengas y hasta fantasías románticas invaden las redes sociales porque -así como antes hicieron Borea, Kenji y compañía- hoy se enfrenta al enemigo.

En medio de la euforia, cabría preguntarse: ¿está alguien juzgando si la argumentación jurídica del fiscal es correcta? ¿O es que el Derecho ha pasado a segundo plano en medio de la polarización? ¿En qué momento exoneramos a este único fiscal del escrutinio que merecen todos los actores de este sistema de justicia, probadamente corrupto? ¿O es que, sencillamente, la hemiplejia nos impide aprender a mantener la guardia en alto?