Poco interesa la política a la ciudadanía, y su rechazo creciente tiene valederos argumentos, en especial por hechos negativos protagonizados por sus líderes, empañando la alicaída imagen de la que goza cada agrupación.

Un reciente estudio reveló que la mayoría de jóvenes presenta apatía en incursionar o en vincularse con la vida política del país, como resultado del descrédito en que cayeron partidos, movimientos o agrupaciones.

La falta de interés refleja la crisis que afecta a la representación política nacional, provocada por temas que van desde la corrupción (implicando a sus principales líderes) hasta los deficientes canales de comunicación que tienen dichas organizaciones.

Esta desorientación, decepción, insatisfacción e incluso enfado de la población son peligrosos para la democracia, pues solo permiten la consolidación de cúpulas sin existir renovación de cuadros directivos.

La informalidad con la que se desenvuelven las agrupaciones es permanente, y prueba de ello -por ejemplo- es el cumplimiento para presentar sus reportes financieros de 2014.

De 20 partidos, solo tres se ajustaron a la norma y al resto le importó poco cumplir con la disposición, en parte por la “capacidad de sanción” de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, la misma que es limitada.

Si la ONPE sanciona, los representantes políticos no la acatan y se ríen de las multas impuestas, por la informalidad en la cual se desenvuelven.

El cumplimiento de las obligaciones electorales, que puede resultar mínimo, influye en la ciudadanía, que demanda transparencia en la política. 

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