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En el marco de las declaraciones del presidente Vizcarra en CADE, cabe preguntarse cuál es el rol de los empresarios y de las empresas en el desarrollo del país. Es evidente que los empresarios y funcionarios deben buscar el máximo retorno de sus inversiones o las de sus accionistas, y que no es ni debería ser su preocupación el desarrollo del país, pues esta sería una consecuencia de lo anterior. Sin embargo, también es claro que en el largo plazo las inversiones no serán rentables en la medida en que el país y sus instituciones se deterioren. Por ello, es inevitable que los empresarios ayuden a mejorar el Estado haciendo el país viable, con el objetivo de poder asegurar sus inversiones a largo plazo.

La manera más adecuada de mantener esta relación es a través de asociaciones o gremios, pues son estos los que deben representar a los sectores económicos y establecer diálogos constructivos con el Gobierno. La realidad es que en el Perú los gremios han sido poco eficientes generando consensos entre sus asociados y como consecuencia han sido poco efectivos en lograr auténticos espacios de diálogo, salvo honrosas excepciones relacionadas más con quienes dirigían en su momento estas organizaciones.

Es necesario que el Gobierno haga su trabajo y es absurdo pretender que las empresas suplan sus deficiencias. Es posible y válido que las empresas logren contribuir con el Perú mientras buscan el beneficio de sus accionistas, ya que a través de políticas de responsabilidad social o economía circular estas aportan al desarrollo del país y del planeta. Sin embargo, todos estos esfuerzos aislados darán muy pocos frutos si no se suman en esfuerzos conjuntos.

Los empresarios y funcionarios necesitan poner foco, tiempo y recursos en el fortalecimiento de sus gremios, negociando y consensuando internamente propuestas que beneficien el desarrollo de sus propios sectores. Si estos ciudadanos que poseen los recursos y la educación para hacerlo no son capaces de lograrlo, sería muy infantil pensar que un Estado ineficiente sumado a una democracia joven y con falencias podrán lograr el desarrollo que todos ansiamos. Hoy más que nunca, necesitamos enfocarnos en qué podemos hacer por el país y no en qué necesitamos que el país haga por nosotros.