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En Paracas, Roque Benavides acusó al IDL y a la izquierda de llevar adelante una campaña de destrucción del empresariado, y eso ha ocasionado una ola de críticas y una respuesta de Gustavo Gorriti. Lo primero es advertir que hay empresarios de todo tipo: los íntegros y los que están acostumbrados a corromper. A los primeros debemos defenderlos, pero a los últimos -que los hay, y mucho más de lo que los líderes gremiales reconocen- los debemos erradicar. Los niveles de tolerancia a la corrupción siguen siendo inadmisibles. Hay incluso quienes justifican su accionar corrupto para poder operar. Hoy rinden cuentas ante los tribunales personas que por su posición social nunca pensaron estar ahí. Y es que las malas prácticas en las más altas esferas han estado validadas socialmente. La prisión preventiva es un exceso en algunos casos, pero está permitiendo que la verdad salga a la luz. Bancarizar operaciones y darle “legalidad” a pagos por favores políticos revela que se justificaba prácticamente todo. ¿Se puede seguir haciendo negocios así? Algunos creen que sí. Les funciona. La corrupción en el Perú es endémica. Solamente frente al riesgo de perder la libertad la gente entiende. Recién ahora los empresarios y ejecutivos empezarán a ocuparse del tema. Felicito por eso a José Antonio Payet por su impecable y valiente ponencia en CADE, pues ha dicho claramente lo que tenemos que hacer para que la realidad cambie.

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