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Un puñado de congresistas y líderes de opinión saltan alarmados, porque el plan escolar para el 2017 considera horas de dictado sobre temas vinculados a género y sexualidad. Su indignación se traduce en acusaciones extravagantes contra el Ministerio de Educación por, supuestamente, promover la “ideología de género” y la “educación progay”. Aunque es difícil entender a qué se refieren, lo dicen como algo negativo.

No sabemos si lo hacen por desinformación, temor al cambio o un simple repudio contra todo el que piense distinto. Lo plantean como si esto fuese una amenaza contra ellos, pero no se dan cuenta de que no se trata de ellos. Se trata del futuro de una sociedad, que tiene que dar el salto a un nivel más alto de progreso y más sano de convivencia.

No debemos tenerle miedo a la educación que brinda herramientas a los más jóvenes para desarrollarse libremente y combatir toda forma de discriminación. Temamos, más bien, a las mentes restringidas y miradas condicionadas que se oponen a este cambio positivo. Evitemos que se impongan quienes pretenden que todos caminemos por el sendero de una verdad única que, además, no tiene nada de verdad.

Las escuelas son los espacios idóneos para formar ciudadanos entendidos, tolerantes y respetuosos. En buena hora que nuestra educación vaya en ese sentido, dejando atrás sesgos que dividen y siembran ignorancia. Es lo justo y necesario.

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