Habrá que esperar las próximas encuestas para ver si el discurso de Keiko Fujimori en la Universidad de Harvard, donde destacó el trabajo de la cuestionada Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) -que lapidó al gobierno de su padre, Alberto Fujimori, al acusarlo de haber aplicado una política de violación de los derechos humanos- y se mostró a favor de la unión civil, genera una merma en la sólida aceptación con la que cuenta la eventual candidata presidencial.
Hay dudas sobre si dichas palabras, que causaron sorpresa en el propio fujimorismo, especialmente en los cuadros “históricos”, y la renuncia de un congresista a la bancada, pasan desapercibidas para los electores o han significado un golpe que en el peor de los casos podría llevar a algo muy común en la política peruana: el desplome de una aparente candidatura sólida tras una controvertida declaración pública. Lourdes Flores y Alejandro Toledo pueden dar fe de ello.
Y señalo que si hay algún cambio de aceptación de hecho sería a la baja, porque habría que ser muy inocente para pensar que lo dicho por Fujimori en Estados Unidos podría atraer votos de sectores siempre opositores de izquierda o “progres” que, haga lo que haga o diga lo que diga el fujimorismo, siempre se opondrán a él porque es su razón de ser. Ellos no existirían si no fuera por su rechazo y hasta odio público a naranjas y apristas.
La mejor muestra de esto han sido las palabras de Susana Villarán, quien ha hablado de “reptiles” y “camaleones” tras lo dicho por Fujimori. Es evidente que la señora que se presentó como la encarnación de la decencia en la política ha aprovechado esto para levantar cabeza con una reacción que es un ejemplo del lenguaje y el nivel al que nunca se debe llegar en un país donde los insultos de Daniel Urresti a un grupo de mujeres eran lo más impresentable que habíamos visto hasta ahora.
Sea por estrategia o por metida de pata, lo expuesto en Harvard por Fujimori podría marcar un antes y un después en una candidatura que desde 2011 se ha mostrado con una sólida aceptación de más del 30 por ciento, pero que podría verse afectada si sus seguidores notan eso que han llamado “caviarización” en un intento absurdo de la candidata por ganarse la aceptación de sectores que en realidad jamás votarían por la opción naranja.