Desde inicios de este gobierno advertimos sobre lo dañino que resultaba para la institucionalidad democrática el excesivo protagonismo de la señora Heredia. Poco a poco sus contertulios de café fueron comprendiendo esto y engrosaron las filas de quienes cuestionaban su presencia en el Ejecutivo.

La señora Heredia ha pasado, como se ha señalado, de ser un activo a convertirse en un pesado pasivo. Con la aparición de sus agendas o cuadernos de bitácora comenzamos a encontrar el hilo conductor que explica los contratos simulados, las adquisiciones inmobiliarias, las tarjetas de crédito, los gastos suntuarios, los costosos viajes de turismo, la vida de ricos.

¿Puede seguir la señora Heredia usando el protocolar cargo de “Primera Dama”? ¿Puede seguir actuando en el gobierno, inaugurando obras, supervisando programas, por encargo de su esposo? El país necesita explicaciones claras, las cuentas transparentes y menos protagonismo.

Los cuestionamientos que aparecen de las anotaciones de las agendas de la señora Heredia son graves. Suponen que se ha recibido donaciones económicas de un gobierno extranjero -Venezuela- poniendo en riesgo nuestra soberanía. Con Humala en la presidencia, el Perú ha debido aceptar condiciones de ese país, manoseando a la respetada internacionalmente diplomacia peruana.

Es una situación delicada sobre la que aún no vemos la indignación ciudadana proporcional a la gravedad de los hechos. En el gobierno, los ministros no se pronuncian y los congresistas oficialistas cumplen el lamentable papel que han escogido. Pero esto no será por mucho tiempo más. La justicia tarda, pero siempre llega.