Hace poco más de un año, el entonces presidente electo Pedro Pablo Kuczynski visitó La Oroya, se puso un casco de minero y, contagiado por los reclamos de los pobladores, lanzó su recordada frase: “Hagamos una marcha al Congreso y pidamos ‘no dejes morir a La Oroya porque está en tus manos’ y también está en mis manos… La Oroya está agonizando, debemos darle oxígeno con inversiones”.

Los pobladores de La Oroya, en la región Junín, en su mayoría viven de sus labores en el Complejo Metalúrgico. Ante su paralización desde hace cinco años, hay pocas posibilidades de subsistir en esta zona. La gente no tiene ingresos y muchos están abandonando el lugar. Por lo tanto, los comercios y negocios languidecen. Algunos temen que pronto será una ciudad fantasma.

Agosto es clave para el futuro del Complejo Metalúrgico de La Oroya (CMLO). Hasta ahora las últimas subastas de los activos de Doe Run Perú han sido absolutos fracasos. Algunos sostienen que más atractivo para los inversionistas es que ya no se vendan juntos el CMLO y la Unidad Minera Cobriza, sino por separado. Los acreedores laborales, es decir los trabajadores, se reunieron con el viceministro de Minas, Ricardo Labó, y hay buenas señales para que se concrete la venta.

Los pobladores en La Oroya están a la expectativa. Todos apuntan al Gobierno para que solucione este problema. Recuerden que el 60% de las acreencias de Doe Run Perú están en manos del Estado.

“El Estado tiene una deuda social con La Oroya, es momento de que PPK cumpla sus promesas y reactive el Complejo Metalúrgico”, dijo hace poco el alcalde provincial de Yauli-La Oroya, Carlos Arredondo, luego de una multitudinaria marcha que paralizó a la ciudad. Nadie quiere que se dilate esto porque la población vivirá una crisis mayor.