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Interesante, desde todo punto de vista, resultó el primer round entre Hillary Clinton y Donald Trump, los candidatos demócrata y republicano, respectivamente, que buscan instalarse en la Casa Blanca a la salida de Barack Obama.

Como en cualquier pelea -y esta campaña por la Presidencia de EE.UU. lo es, sin lugar a dudas-, no faltaron los golpes demoledores, arriba y abajo; rectos al mentón y ganchos al hígado; un infighting total que tuvo como cuadrilátero a la Universidad de Hofstra, en Nueva York. Eso sí, no hubo un nocaut.

Culminados los 90 minutos iniciales de combate, las tarjetas de los entendidos dan como ganadora a la esposa de Bill (el expresidente que ahora podría enfundarse en el papel de “primer damo”, “primer caballero”, “primer hombre”, “primer esposo” o como quiera llamársele), pero el gran público, alrededor de 100 millones de estadounidenses, todavía visualiza un empate técnico y esperará la revancha y el repechaje próximos para decidir en cuál de los dos deposita su confianza.

Hillary conoce su negocio, como solemos decir nosotros los peruanos. Y Trump, a su estilo, también. La diferencia, que seguramente terminará por plasmarse el 8 de noviembre, día de las elecciones, radica en que la también exsecretaria de Estado entremezcla el rodaje que ganó durante su estadía en las cercanías del poder con una posición menos reactiva frente a la agenda común, mientras que el magnate solo hace alarde de ínfulas, improperios e ideas maquiavélicas, por decir lo menos, como eso de levantar un muro antiinmigración en la frontera con México y -¡qué osadía!- llamar “Miss Piggy” (doña Cerdita) a la ex Miss Universo venezolana Alicia Machado porque había subido de peso.

Estamos, pues, ante un choque también de personalidades y egos que bien podría sintetizarse en el titular “La experiencia contra el circo”, sin que eso implique denostar a Trump, porque, finalmente, hay un buen sector de estadounidenses que ve con buenos ojos su estilo fanfarrón y funambulesco.

Va uno de tres. En los siguientes debates, veremos la evolución discursiva y retórica de estos contrincantes. Vale la pena seguir atentamente estos enfrentamientos, porque al final de todo, uno de ellos será el próximo gobernante del país más poderoso del mundo. Ojo con eso.

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