El Gobierno apuesta a que la campaña electoral entre de lleno y, con ello, queden en segundo plano el tema de las agendas, la profunda debilidad y aislamiento político de Ollanta y Nadine, el frenazo económico y la falta de liderazgo que han signado este quinquenio.

Pues sería otro profundo error. Entre otras cosas porque los flancos débiles del régimen son precisamente el principal combustible de las candidaturas presidenciales más notorias.

Es un total contrasentido que el nacionalismo apueste por una candidatura presidencial propia y simultáneamente se sigan alimentando frentes de confrontación con la oposición en el Congreso; como este absurdo de dejar en el puesto al aún titular de Justicia, Sr. Adrianzén, al que su jefe le pide inmolarse defendiendo lo indefendible en esa inaceptable mordaza a la procuradora Julia Príncipe, que como todos sabemos no es más que salir a favor de la señora Heredia. Pedro Cateriano tiene la principal responsabilidad de acabar con este triste espectáculo de blindaje explícito a una persona no elegida por el pueblo y que, por lo visto, sigue haciendo tabla rasa de la Constitución, usurpando funciones, pisando leyes y arrastrando con ello a un gabinete que hoy, como colectivo, y también considerando a cada uno de sus integrantes, cuenta con más aceptación ciudadana que el propio jefe de Estado y su esposa.

Es deber del señor Cateriano lograr una relación colaborativa con la oposición en atención a dos razones. Primero porque la campaña ya empezó y necesitamos un Ejecutivo al mando de los temas que al país le interesan (y no a Palacio) en la perspectiva de una transición pacífica y ordenada. Y segundo porque alguien tiene que asegurar respeto al proceso electoral y la no intervención en el mismo, más si se anuncia una candidatura oficialista.