Así se llama el último libro de Carlos Paredes, donde describe con maestría la captura del líder terrorista Abimael Guzmán.

Relata cómo Benedicto Jiménez -hoy con arresto domiciliario- logra armar de la nada un pequeño grupo que comienza a trabajar respetando los derechos humanos.

Destaca que muchos de ellos no tenían recursos ni para comprarse un menú y pese a ello nunca desistieron de su gran misión.

El último capítulo se lo dedica al general en retiro Ketín Vidal, a quien acusa de ladrón y traidor.

Según Paredes, como el Gein no tenía presupuesto y solo una propina de la CIA, el ministro Bologna designa 2 millones de soles, dinero del que se habría apropiado Ketín, dejando a su gente prácticamente en la miseria.

Tilda de traidor a Ketín no solo por montarse en una operación como la captura de Guzmán, en la que no había participado, sino por filtrar el video que vio el mundo entero donde aparece como héroe.

Pero lo más indignante es que ante la cólera desatada en Fujimori (primero se enteró la prensa internacional), echa la culpa a Miyashiro y Capa, quienes no ascendieron ni recibieron parte de la recompensa. Luego se reúne con Guzmán en su celda -sin saber que había micrófonos instalados- y le da consejos. Y ante la pregunta del terrorista sobre de quién fue la idea de mostrarlo en traje a rayas y con el número 1509, Ketín echa al coronel Tumba Ortega.

Luego Guzmán ordena la muerte del citado coronel y su gente lo ejecuta 40 días después.