GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Daniel Tello Samamé (17) ha sido muerto por la barbarie delincuencial que hasta ahora nadie puede detener. Un próspero proyecto de vida truncado y una familia destrozada es el desgraciado e irreparable saldo. Ayer hubo vigilia en su colegio y la comunidad recoletana lucía de blanco entre momentos de oración por el eterno descanso de Daniel, quien los había dejado sin proponérselo tempranamente, y los de completa indignación por su asesinato. El problema de fondo se llama incapacidad. Así es la de nuestra clase política mayoritariamente mediocre que solo piensa en la coyuntura de la conveniencia. Se parece y mucho a la que tanto criticaba Manuel Gonzales Prada a poco de la guerra con Chile cuando inertes nuestras autoridades no hicieron nada trascedente para evitarla o reducir su impacto. ¿Pero la de esos tiempos aciagos con la de ahora qué tienen en común? La respuesta salta a la vista: la falta de valor para tomar decisiones de Estado en el momento adecuado. Este es el verdadero drama nacional que no hemos podido superar. Los cargos en el Estado se asumen para actuar en función del interés nacional y lo más importante: sin miedo. De allí que el pragmatismo es indispensable e inseparable del político de verdad. En el Perú nadie toma el toro por las astas para reducir la criminalidad. Todos hablan mucho y no llegan a ningún acuerdo. El Ejecutivo dispone, por presión social, medidas que son pura finta y, además, fallidas, y mientras tanto las cifras de muertos siguen en ascenso. Junto a nuestros políticos demagogos y timoratos están los leguleyos con los que compiten entre sí cual mejor opinólogo para justificar las razones que impiden a las FF.AA. asumir un rol más activo saliendo a las calles -como se hace en otros países- para coadyuvar en la lucha contra la violencia. Gravísimo error pues viven en el país de las maravillas. Decidan ¡ya! el estado de emergencia como régimen excepcional y temporal para reducir inmediatamente la criminalidad y por otra cuerda, pero entrelazada, actúen concretando un plan de acción para derrotarla.