Nadie hubiese imaginado hace unos meses que Nadine estaría tan ausente del actual proceso electoral. Y es que la popularidad de la Primera Dama en ese entonces hacía que el debate político se centrara en el poder informal que ejercía y en su futuro político. Increíble que la discusión actual sea sobre su eventual impedimento de salida del país, con una bancada resquebrajada y con el candidato de su partido en el fondo de la tabla de posiciones de intención de voto.

La historia política recordará a Nadine como una Primera Dama que tuvo todo para hacer una brillante carrera política, pero que fue una campeona en dilapidar su capital de popularidad. Y no precisamente porque sus borracheras fuesen como las de Toledo. A ella, como decía su suegro, fue el poder lo que la emborrachó.

Nadine acompañó a su esposo en las dos campañas presidenciales y desempeñó un papel fundamental en su triunfo. Luego, fue artífice del cambio de la “Gran Transformación” a la “Hoja de Ruta”. Ya en Palacio, ejerció un poder informal que la llevó a nombrar y sacar ministros, a dar luz verde y a hacerle desplantes hasta al Presidente.

Al finalizar el primer año de gobierno, Nadine tenía más de 60% de popularidad y su esposo, diez puntos menos. Con ese respaldo, su segundo y tercer año en Palacio fueron de esplendor. Así, para muchos empresarios del establishment, poco importaba que estuviese usurpando funciones. “¡Es gracias a ella que se ha mantenido el modelo económico!”, “¡Fue ella quien impidió la compra de Repsol por Petroperú!”, “Ella mantiene a Castilla, quien maneja con mano de hierro las cuentas fiscales” (¡y la parálisis de la inversión pública!).

Alan García abrió la zanja en donde solita se metió Nadine. Si Alan logró enterrar la “reelección conyugal”, fue la soberbia con la que nuestra protagonista empezó a manejarse, maltratando a colaboradores (Villanueva, Chehade, Marisol Espinoza, etc.) y enfrentándose a todo y todos, lo que comenzó a minar su popularidad. Seguiría el affaire Belaunde Lossio, la tarjeta de crédito de la amiga, las carteras Longchamp y el patético manejo del tema de las agendas que fue, la verdad es mi letra, digno de un manual de cómo arruinar su imagen personal.

Según la última encuesta de CPI, 83.6% de los peruanos desaprueba a Nadine y 77.2% a su esposo. Feo final. Falta de visión. Y es que el poder obnubila y hace perder la perspectiva.

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