Después de unas agitadas elecciones, que incluyeron una segunda vuelta realizada ayer, el Perú tendría al eventual sucesor de Ollanta Humala Tasso en la Presidencia de la República: Pedro Pablo Kuczynski, un longevo economista de 77 años. Claro, esto tedrá que ser refrendado por la ONPE.
Así, con este golpe en la polla, queda demostrado que nuestra población es impredecible cuando de comicios se trata y, nos guste o no, lo que queda ahora es apoyar el arranque de la nueva gestión gubernamental y reclamar a tiempo, en voz alta, cuando se pretenda burlar la promesa lanzada para alcanzar el voto.
Lo que esperan tirios y troyanos, propios y extraños, para los siguientes cinco años, es que PPK, de ser ganador, salve la mayoría fujimorista de oposición que imperará en el Congreso y enrumbe el país hacia una sostenibilidad que garantice una mejor calidad de vida para las mayorías, amén de otras responsabilidades.
Es ahora -bueno, después del 28 de julio- cuando necesitamos ver a un Kuczynski con muñeca, operativo, rápido, expedito, funcional, porque los problemas que tiene por delante, entre ellos la inexorable inseguridad ciudadana, no le perdonarán mayores dilaciones u omisiones.
Desde luego que cuando la ONPE se pronuncie, las aguas políticas deberán tranquilizarse. Las derrotas electorales siempre duelen, y más cuando se forja una tremenda expectativa de mando, como ocurrió con Fuerza Popular y compañía, pero el pueblo así lo quiso y solo nos queda someternos a la voluntad popular.

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