Según las encuestas, la inseguridad ciudadana es el mayor problema que enfrenta la sociedad peruana. Desde mi punto de vista, este tiene su raíz en los cambios profundos que se vienen dando en la sociedad y que el Estado no logra manejar.

No podemos negar que el crecimiento económico de los últimos años ha beneficiado a todos los peruanos. Sin embargo, dicho crecimiento también ha incrementado la desigualdad, como lo podemos constatar con el índice GINI, en el cual Perú tiene 44.7 versus, por ejemplo, Suecia, que tiene 27.3. Esta desigualdad ha venido acompañada de un cambio paralelo. Estamos pasando de ser una sociedad basada en valores familiares a una sociedad donde el principal valor es el éxito económico. Esta tendencia, comprobada en el estudio “Valuescope”, realizado por GFK a nivel mundial, nos muestra que esta propensión se observa también en otras sociedades que han experimentado crecimientos importantes de su economía, como por ejemplo la India y China.

Una sociedad donde prima la desigualdad y donde el valor primordial es el éxito económico es el perfecto caldo de cultivo para el crecimiento de la violencia. Muchas personas prefieren el camino fácil de la delincuencia como un vehículo para lograr el tan ansiado “éxito”. Un caso emblemático es el de Gerald Oropeza, un auténtico antihéroe. Sorprende comprobar cómo esta violencia no está únicamente orientada a las personas más acomodadas de la sociedad: a diario vemos cómo empresarios y emprendedores de barrios populares son asaltados, extorsionados o asesinados.

Existe un factor adicional que amplifica aún más el problema: la gran cobertura mediática de todos estos contenidos. La mayoría de nosotros vemos con preocupación el violento actuar de la delincuencia; sin embargo, pienso que la propia delincuencia ve en los actos mostrados en los medios nuevos estándares para futuras actuaciones y modalidades delictivas. En mi opinión, mostrar de manera tan cruda la violencia y criminalidad solo genera más crimen y violencia, y la permanente exposición solo lo vuelve más normal. Está claro que los medios tienen que informar; mi cuestionamiento está en la forma.

Por último, es cada vez más evidente para todos que el Estado no está preparado para lidiar con este problema. Si pensamos que podremos revertir o al menos controlar la inseguridad con represión, endureciendo las penas, reestructurando la Fiscalía y fortaleciendo a la Policía, creo que estaremos cometiendo un grave error. Es importante acompañar todo esto con la construcción de un país más equitativo en el más amplio sentido de la palabra. Solo la equidad disminuirá poco a poco y de manera permanente la violencia y tendremos en consecuencia un país más seguro.