La palabra huaico, según la RAE, es una masa enorme de lodo que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento. Esta definición, tal como se puede ver apenas uno se detiene en el quiosco de periódicos, no solo aplica a lo que pasa en Chaclacayo, Chosica, Santa Eulalia, Ica, Arequipa y Moquegua. Basta con repasar las detenciones, las fugas y los allanamientos por el caso Odebrecht para advertir que ha comenzado un huaico político de dimensiones impredecibles.

Donde primero ha caído el huaico es en el APRA. Tres exfuncionarios de la segunda gestión de García tienen orden de captura; uno de ellos, el exviceministro Cuba, estaría en los Estados Unidos. Ante el clamor popular, el fiscal Sánchez dice que se capturará a “los peces gordos”.

Enhorabuena, por el bien de desenmascarar a los que medran con un cargo público o, como se presume, con el voto popular. El otro huaico es el que ha caído sobre un sector del periodismo. Un convenio entre el Ipys y Odebrecht da vueltas en las redes. Allí se lee que Ipys recibió $220,150 para auspiciar los premios que esta organización entrega. Lo que no se acentúa es que ese acuerdo se rompió en el 2015, ante las denuncias a Odebrecht. ¿Se pudo no haber firmado tal documento? Quizá. Pero no creo en una condena anticipada, sin las pruebas que la sustenten. Esto significaría, que los periodistas aludidos hayan tejido una red de noticias favorables a Odebrecht. Solo eso podría explicar una sanción moral, que ya se sentenció en las redes. Y es que los huaicos son así, arrasan con todo.

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