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Qué duda cabe que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se encuentra sentado sobre una estufa hirviendo a punto de estallar. Su ceguera política y sus intentos por frenar un proceso revocatorio que podría acabar su insufrible mandato, mientras en las calles la gente expresa su descontento ante la violencia callejera, la prepotencia del oficialismo, la corrupción y la falta de alimentos y productos básicos, están llevando al hermano país al borde de un oscuro abismo.

La semana que pasó, a Maduro no se le ocurrió nada mejor que hacer ejercicios militares con las Fuerzas Armadas llamadas también “bolivarianas”, lo que a lo mejor sea un mensaje a quienes están llegando al hartazgo y quizá vean en la violencia el único camino para el final del chavismo. Y es que, como ha dicho el opositor Henrique Capriles en una columna publicada ayer domingo en diferentes medios, “la calle cada día se caliente más” porque la gente tiene hambre.

Y mientras eso ocurre en la sufrida Venezuela, sería bueno que acá los candidatos Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski se pronuncien al respecto. Ojalá desde ahora los peruanos conozcamos cuál será la postura de sus eventuales gobiernos ante la dictadura chavista. El gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia ya se va, y el Perú no puede seguir empeñado a la administración de Maduro, y haciéndose de la vista gorda por razones que la “pareja presidencial” luego tendrá que explicar.

Una actitud clara ante lo que pasa en Venezuela también deberían tener los “intelectuales”, “artistas”, “defensores de derechos humanos”, gente dedicada a hacer en el Perú marchas contra las dictaduras o el posible retorno de ellas, colectivos cívicos, sindicatos, excandidatas presidenciales y demás personajes que se llenan la boca contra los abusos contra la democracia y las libertades, pero que hasta ahora callan en todos los idiomas aun cuando saben de los excesos del chavismo.

Las dictaduras no tienen ideología, no son de izquierda ni de derecha. Son simplemente impresentables, tanto las que tienen el color y las estrellas del uniforme de Augusto Pinochet, como las que llevan la boina roja de Hugo Chávez y el verde olivo de Juan Velasco, tan admirado por el presidente Humala. Lástima lo que vive Venezuela, pero más lástima da lo que pueda suceder en ese hermano país en los próximos meses, si es que no son semanas.