El veterano Ridley Scott, muy próximo a cumplir 78 años, es un cineasta irregular. No lo parecía al principio de su carrera, en que encajo de golpe tres notables filmes: "Los duelistas" (1977), "Alien: El octavo pasajero" (1979) y "Blade runner" (1982). Sin embargo, con el correr del tiempo los resultados de sus trabajos no siempre han estado a la altura de su profesionalismo y sus buenas intenciones.
Tras las desafortunadas "El abogado del crimen" (2013) y "Exodo: Dioses y reyes" (2014), estrenada esta última a principios de año en las salas locales, Scott vuelve al primer plano de atención con "Misión rescate" (The martian), una de sus cintas más logradas y convincentes en varios años, probablemente desde "Gángster americano" (2007).
Lo que llama la atención de primera impresión es que, con toda la información reciente sobre la posibilidad de que el ser humano llegue a Marte en algunas décadas, el relato de Scott ya no sea de ciencia ficción en sentido estricto, sino más bien una aventura de carácter científico y hasta humanista.
Basado en un bestseller de Andrew Weir, la historia propone que durante una misión tripulada a Marte, tras una fuerte tormenta, uno de los astronautas sufra un accidente aparentemente severo y sea abandonado por sus compañeros tras darlo por muerto. Lo terrible es que el sujeto está vivo y debe tratar de sobrevivir durante el mayor tiempo posible, que le permita comunicarse con la Tierra y esperar que lo rescaten.
EL GRAN RETO. El astronauta Mark Watney (muy bien encarnado por Matt Damon) asume el reto de la supervivencia con el aplomo de quienes se saben entrenados a conciencia. No está muy seguro de poder lograrlo, pero se planteará los diversos problemas de manera ordenada y lógica, haciendo todos los cálculos posibles y apelando a su ingenio –y buena suerte- para tratar de resolverlos. Además, el hecho de ser botánico y poder elaborar agua y cultivar en una atmósfera hostil será de mucha ayuda.
Lo que ocurre en la Tierra también es interesante, porque las personas de la NASA responsables de la misión descubren que Watney vive y deben lidiar con una serie de dificultades para idear un posible plan de rescate, además tener que enfrentar a los medios de información. Igualmente, saben que deben contar lo sucedido al resto de tripulantes que vuelven de regreso.
La hábil y fluida puesta en escena de Scott opera en tres niveles. Por un lado, la audacia de Watney para llevar a cabo su plan de supervivencia, registrando en video todo lo que hace, asumiendo su soledad con el mejor humor posible a pesar de algunos graves contratiempos. El astronauta sabe que pueden pasar hasta cuatro años para la siguiente misión a Marte y, tal vez, la pueda alcanzar.
En un segundo nivel se integra el equipo de la NASA que, no obstante las discusiones internas, asume su tarea con una enorme entrega. Desde el convencido supervisor Vincent Kapoor (Chiwetel Ejiofor) hasta su dubitativo superior Teddy Sanders (Jeff Daniels), pasando por la encargada de prensa Annie Montrose (Kristen Wiig) y los expertos científicos espaciales.
COMPAÑEROS DE VERDAD. Por último nos encontramos con los compañeros de Watney, liderados por la comandante Melissa Lewis (la entrañable Jessica Chastain), muy afectados al creerlo muerto y tener que dejarlo atrás. Pero más afectados todavía al enterarse de que este sobrevive en condiciones progresivamente críticas. La buena conciencia aflora, todos ellos saben que su deber es ir por él, con la anuencia de la NASA o sin ella.
No hay lugar en la narración de Scott para trazos efectistas, ni filosóficos. El mecanismo de la acción es básicamente físico y emocional, los efectos visuales están exclusivamente en función del relato. Por eso, la escena del rescate, que en algo recuerda a "Gravedad" (2013), del mexicano Alfonso Cuarón, se siente tan auténtica y respira pura adrenalina.
Otro tanto ocurre con el uso de los recursos de la ciencia para establecer la comunicación con el extraviado. Incluso, en un momento realmente crucial, la NASA debe recurrir a la tecnología espacial china para resolver un problema delicado. Los hechos alcanzan entonces una mayúscula trascendencia, la globalización se impone.
Hay resaltar el diseño de producción de Arthur Marx, especialmente en lo que se refiere a la atmósfera marciana, la fotografía del polaco Dariusz Wolski y la gran labor de edición del italiano Pietro Scalia. Asimismo, la sólida performance de Matt Damon tal vez lo haga merecedor de una nominación al Oscar. Sería justo.