Luke Scott es el hijo menor del primer matrimonio del veterano y reconocido cineasta británico Ridley Scott, aunque a sus 48 años no se puede decir que sea un novato. Ha sido asistente de su progenitor y trabajado para él como director de segunda unidad en “Exodo: Dioses y reyes” y “Misión rescate”. Ahora, como su hermano mayor Jake Scott, quien también es realizador, se ha lanzado al ruedo y nos ofrece “Morgan”, su primer largometraje en calidad de realizador.
Luke Scott entrega un relato de ciencia ficción -con evidente influencia de su progenitor- en el que plantea una premisa interesante, ambientada en un remoto lugar, en un tiempo futuro no definido. Un grupo de científicos, en un laboratorio genético patrocinado por una corporación de alta tecnología, ha logrado desarrollar una compleja inteligencia artificial con apariencia femenina a la que ha bautizado con el nombre de Morgan.
La conducta de Morgan ha estado protegida y controlada desde que vino al mundo, hasta que un hecho violento ocurrido en uno de los ambientes del laboratorio obligará a la corporación a enviar a una agente de seguridad para investigar. El propósito de Lee Weathers (Kate Mara) será analizar el daño y si las posibilidades de que la criatura permanezca con vida son viables o, de ser necesario, liquidarla.
El interés principal de la cinta radica en ilustrar la importancia de la existencia de Morgan (bien encarnada por la juvenil Anya Taylor-Joy), en probar que puede ser útil a la raza humana como un paso adelante en la evolución de la especie, creada mediante ADN sintético. Sin embargo, su conducta progresivamente hostil, a la defensiva, en la que aflora un comprensible instinto de supervivencia, la convertirá en una palpable amenaza, demasiado inteligente y, por ende, tremendamente peligrosa.
TENSIÓN Y DESCONFIANZA. La narración funciona bastante bien en la primera hora, en la que asistimos al proceso investigatorio de la agente Weathers y, especialmente, al conocimiento del grupo de científicos, entre los que figuran los doctores Ziegler (Toby Jones), Cheng (Michelle Yeoh), Menser (Rose Leslie), y Darren y Brenda Finch (Chris Sullivan y Vinette Robinson), responsables tanto de la génesis de Morgan como de su permanente cuidado.
Obviamente, la presencia de la agente Weathers creará un clima de desconfianza entre el personal y también en la propia Morgan, lo cual tendrá su punto culminante en la muy lograda secuencia del interrogatorio al que será sometida la humanoide por parte del Dr. Shapiro (el siempre efectivo Paul Giamatti), quien visitará el laboratorio para evaluar psíquicamente a la creación genética y decidir su destino.
En la media hora final, la narración se vuelve más mecánica y Scott cede a la tentación de la acción. La tensión y el misterio dejan su lugar a una lucha por la supervivencia en la que se hacen algunas revelaciones importantes que cualquier espectador avispado podrá intuir o adivinar de antemano, que conducirán el relato hacia una conclusión más o menos previsible.
En el balance, estamos ante un debut auspicioso de Luke Scott, que ojalá tenga continuidad. Hay que destacar la apropiada utilización del paisaje, sobre todo en las escenas en que Morgan pasea con la Dra. Menser, y el sólido trabajo de su atractivo reparto, en el que sobresalen Taylor-Joy (a quien recordamos como la adolescente de “La bruja”), Jones, Yeoh y Giamatti. Llama la atención, eso sí, el ingrato rol incorporado por Jennifer Jason Leigh después de su magnífica caracterización en “Los 8 más odiados”, de Quentin Tarantino.