El próximo miércoles, 8 de marzo, se celebrará el Día Internacional de la Mujer, y si bien los noticiarios recordarán una vez más que nuestro país ocupa en Latinoamérica el segundo lugar en violencia contra la mujer, que aún persiste una gran diferencia salarial entre mujeres y hombres, y que otros desalentadores índices de desigualdad aumentan la brecha existente entre ambos géneros, cabe recordar también que la enraizada cultura machista de nuestra sociedad también prolifera en otros lados. No hace mucho un eurodiputado polaco dijo: “Las mujeres deben ganar menos porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes”.

Parece que la idea cae por sí sola; sí, efectivamente, el machismo (o cualquier concepto análogo que lo represente) no solo es un problema de incultura o mediocridad social, es una tara que se presenta, incluso, en sociedades muy desarrolladas.

Tantas son las historias de prodigio que las mujeres han obsequiado al mundo, y no me refiero solo a los paradigmas de Marie Curie, Indira Gandhi, Rosa Parks, Nettie Stevens, María Moliner, entre otras, sino que también me refiero a todas aquellas mujeres desconocidas que luchan todos los días contra el ariete oprobioso del machismo, triste defecto que un hombre presenta como una respuesta injustificada ante la brillantez de una mujer. Finalmente, no basta con reconocer la trascendencia de ellas, sino que resulta mucho más importante que reconozcan en sí mismas su importancia en la sociedad, y que precisamente ese propio reconocimiento resulta ser el primer paso para el progresivo destierro de esta indeseable desigualdad. Feliz día a todas ustedes.