En los últimos meses quien se creía un activo para la presidencia de OHT se ha vuelto una pesada carga para la gobernabilidad del país. No solo influye negativamente en las encuestas de opinión, pues para el público se ha hecho evidente quién toma las decisiones en esta administración.

Su suegro, don Isaac Humala, lo definió muy bien: “está borrachita de poder” y esto se ha manifestado en diversos caprichos y odios personales para imponer o sacar de cargos públicos a quienes no hacen su voluntad o amenazan con descubrir cómo ha amasado un patrimonio sin una explicación lógica (ya hay testigos que dicen que los contratos de servicios eran simulados).

El tema Nadine ha paralizado al país. Hay decisiones que se han postergado y/o esperan el momento propicio para hacerse, pero todo se paraliza por la telenovela Nadine. Ella no puede negar que ha tenido reuniones con ministros o viceministros a espaldas de quien fuera el Premier de turno, ha influido en decisiones de gobierno (ella tuvo la palabra final de la no compra de la refinería La Pampilla -nadie le creía al premier Jiménez Mayor) o en el nombramiento de ministros o embajadores.

Nadine tiene que pensar que el poder no es eterno y su actitud soberbia y autosuficiente, que la hace pelearse con todos los partidos políticos e inclusive con miembros que han abandonado su bancada, le va a pasar factura en sendos juicios cuando deje el poder.

Por mientras, dejémonos del tema Nadine y volvamos a los temas que le interesan al país, como saber en qué condiciones dejarán la economía ahora que se vienen las vacas flacas.