Luego de la manera precipitada e irresponsable como el Gobierno acaba de manejar la crisis en Pichanaki (Junín), es evidente que el régimen empezó a planificar su salida. Lo lógico hubiera sido que esto ocurriera a partir de julio, pero la catástrofe que significó su inútil batalla por la Ley Pulpín, el debilitamiento acelerado del gabinete Jara, el alza galopante en la cotización de los votos opositores en el Congreso -sí, de los viejos tránsfugas y los nuevos renunciantes que negociarán sus votos de aquí en adelante-, y el deslucido diálogo político, confirman a un tándem Humala/Heredia con muy pocas ideas para encarar el último tramo de su mandato.
Por cierto, nada de ello anticipa el éxito de apristas y fujimoristas en 2016. Dos fuerzas que si bien estaban en su derecho de no asistir a la convocatoria del lunes 9 en Palacio, demuestran en estos días que su actitud dista mucho de las propuestas que el país requiere.
De ahí que, sin visos de un acuerdo político que le permita a Ollanta Humala cierta estabilidad para encarar los siguientes meses, solo le queda soportar/responder los embates. Una situación que el propio presidente buscó, aconsejado por su esposa, y ya vemos las consecuencias. Lo peor es que ahora, ante la debilidad creciente de la jefa del gabinete, se opta por meter la pata a fondo disponiendo que Nadine, la presidenta (del partido), tome la voz cantante del Ejecutivo, receta que ya sabemos a dónde conduce.
Así, el jueves desde Ica y ayer en Huycán, la primera dama aprovechó ACTOS OFICIALES -financiados con los impuestos que usted y yo pagamos- para hacer una defensa de ciertas decisiones polémicas del Gobierno. Declaraciones a las que tiene derecho como dirigente política y que bien podría hacer desde un local partidario (¡ja-ja!), pero que Nadine realiza rodeada de sus ministros y fustigando a quienes piensan distinto. En suma: una Nadine recargada. ¿Y el presidente, Jara u otros voceros? Nada. Cuando escasean las ideas se repiten los mismos yerros.