Faltando aún mucho por definirse en el proceso electoral, hay algunas tareas que parecen evidentes para los candidatos que se ubican en los primeros puestos. En primer lugar, profundizar el modelo económico que nos ha permitido sacar a 40% de peruanos de la pobreza. Si bien no parece haber en el horizonte un riesgo estatista, este no debe descartarse, pues en las dos últimas elecciones generales, las del 2006 y del 2011, fue el candidato con una propuesta chavista quien ganó la primera vuelta en ambos procesos.

Entonces, es deber de los principales candidatos hablar con claridad respecto a que los cambios en el modelo serán para darle mayor dinamismo a la economía y así sacar más peruanos de la pobreza. Hay que profundizar las reformas iniciadas, especialmente la de educación, en sus niveles básico y superior, y rechazar cualquier intento por regresar a esquemas que deben ser superados. La del servicio público es aun tímida y con muchos vacíos. Esto debe ser rectificado.

La inversión requiere reglas claras y no discursos ambiguos. Por pretender ganar votos no se debe entrar en compromisos riesgosos. Necesitamos aun de la minería para sustentar los programas sociales, las reformas en educación, las mejoras en salud pública, la refundación de la Policía y la inversión en infraestructura. Y para que sirva de base a la diversificación productiva.

El gobierno de Ollanta Humala nos ha mostrado, una vez más, lo riesgoso que resulta elegir gente que no está preparada para gobernar, que no tiene equipos de gobierno, ni un soporte político que lo respalde. No podemos contentarnos con ofertas creíbles y discursos algo articulados. Esta vez necesitamos más de lo que ya hemos tenido.