Al iniciarse el año, todos de alguna manera, sabíamos que la agenda política estaría marcada por los escándalos de corrupción, y persecuciones políticas. Sin embargo, era imposible prever la magnitud de los acontecimientos, la violencia de las acusaciones y de las contraacusaciones de los actores políticos. Es prácticamente el único tema del que se habla y lo más grave es que en los próximos meses será peor aún, en la medida en que la información que va llegando, da cuenta de cada vez más empresas, políticos y funcionarios implicados.

La violencia traspasa los hechos del pasado, pues estando inmersos en este clima de desconfianza, los políticos generan durísimas críticas a proyectos como por ejemplo el aeropuerto de Chinchero. Inevitablemente esto tendrá como consecuencia que uno de los principales motores de crecimiento, la inversión pública, se vaya deteniendo de a pocos. No solo los ataques políticos detendrán estas inversiones, sino además porque los mismos funcionarios públicos harán muy poco por incentivar nuevas obras, por temor a verse involucrados en problemas mediáticos que puedan dañar su reputación o que los puedan implicar en problemas legales.

Para los ciudadanos, los destapes de corrupción solo comprueban que la percepción que tenían que las autoridades es la correcta : los funcionarios solo quieren acceder al poder para su beneficio personal. Poco a poco, esto comienza a mermar la confianza del consumidor, la que según Ipsos Apoyo se encuentra a la baja colocándose en 50 puntos, es decir ni optimista ni pesimista. De continuar en la misma línea, esto comenzará a afectar el consumo complicando aún más el crecimiento de la economía.

Lo preocupante es que esta desazón se instale en la población. No es solo la decepción permanente por la revelación de estos hechos de corrupción, sino la sensación de que nadie tiene como prioridad las necesidades de la población. Lo más grave es que comienza a parecer que nuestro querido Perú nunca cambiará y el sueño del desarrollo comienza a esfumarse. Empieza a darse una sensación de abandono que es posible que se convierta en violencia.

Aunque pueda parecer paradójico, creo que esta es una magnífica oportunidad para que el Ejecutivo tome el liderazgo y le demuestre al país (con hechos concretos) que es posible hacer obra sin coimear. Es hora de mostrar los logros que está teniendo y entregar la agenda de la corrupción al Poder Judicial, quien por cierto tiene una oportunidad única de redimirse ante la población. Todos queremos ver a los implicados pagando sus culpas, a todos los implicados. Esto ayudaría al peruano a recuperar la credibilidad en la justicia. El gobierno debe cambiar el diálogo y darle a la población la esperanza que necesitamos para pasar este trago amargo y mirar adelante con esperanza. El Presidente debe liderar esta iniciativa y cumplir su promesa de llegar al Bicentenario con el Perú encaminado hacia el desarrollo.