Muchos se refieren a los adolescentes como “niños grandes” y/o “adultos chicos”. En realidad, ni lo uno, ni lo otro. Los adolescentes constituyen un grupo etario de personas de 12 a 18 años aproximadamente. Erikson desarrolló en la segunda mitad del siglo XX una de las teorías más influyentes del desarrollo socio-afectivo. Y en ella categoriza a la adolescencia como una etapa del desarrollo que tiene como fase previa la niñez y como posterior la del adulto joven. Es un grupo etario que, por sus características socio-emocionales y cognitivo-intelectuales, muestra desempeños y emociones propias y distintivas.

La adolescencia es la etapa del desarrollo intensivo del liderazgo, la adhesión, la participación y la integración al grupo de sus “pares”; del inicio del compromiso ideológico y la orientación valorativa de la sociedad y del cuestionamiento al mundo que lo rodea. Es una etapa crítica y crucial en la consolidación de la identidad que es la fase crucial de la “consolidación del yo”. Por eso, en su deseo de diferenciarse de la sociedad infantil y adulta, intenta “desobedecer y no respetar” las normas y límites que se establecen en el hogar, el colegio y la sociedad.

Tiene dos subetapas claras: la pubertad y la adolescencia plena. En la pubertad se produce la revolución fisiológica en la que aparecen las características sexuales secundarias, lo cual les genera desconcierto y mucha ansiedad. En la adolescencia plena los chicos y chicas se acercan a la búsqueda de la intimidad. Los padres y maestros de los adolescentes de la secundaria y de los que asisten a la educación básica alternativa tienen que enfrentar escenarios nuevos que serán un reto para su función tutorial y formativa pertinente. Y es que los adolescentes no son ni “niños grandes” ni “adultos chicos”, son: “adolescentes”.