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Entre la seguridad del Estado y la lucha contra la corrupción, entre la cautela y la valentía, entre el silencio permisivo y la denuncia documentada, entre la misión y la precaución. Tal el dilema ético de periodistas conscientes cuando conocen algo que deben denunciar y pueden caer en situaciones como las que amenazan a Rosana Cueva y su equipo de Panorama. El país está con ellos, expresa una solidaridad que tiene en cuenta su coraje y honestidad al haberse enfrentado al superpoder de la primera dama Nadine Heredia a la que denunciaron, a partir de sus agendas, de manejo de dineros desconocidos y develaron el mayor escándalo político del gobierno. La venganza planea sobre esta denuncia gravísima -traición a la patria en la modalidad de revelación de secretos de interés nacional- contra dos mujeres que han llevado su misión de poner luz en asuntos oscuros hasta las últimas consecuencias.

¿La corrupción en el manejo de fondos destinados a la lucha contrasubversiva en el Vraem debe ser silenciada por seguridad del Estado? ¿La permisividad y el secreto son parte del problema o de la solución?

Periodistas como Rosana Cueva sirven a la moral de un país aunque se arriesguen como lo están haciendo. Si incurrieron en excesos como poner micrófonos a los presuntos colaboradores eficaces es porque la negligencia en aspectos sensibles y la corrupción son protegidas por silencios cómplices. El gobierno podría tener algo de razón si no existiera el sabor a vendetta y el secretismo sobre la corrupción que es la primera traición. Jakke Valakivi debe retirar la denuncia. Que busque los errores, los delitos y los aprovechamientos infames entre las filas que pretende defender. La censura procede, no ha respetado la libertad de expresión ni el derecho a la información.

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