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Si el presidente Ollanta Humala está dejando un “legado” al país, ese es sin duda que el tema de descomunal violencia callejera que antes era “patrimonio” de ciudades como Trujillo, Chiclayo y Chimbote, ahora sea también parte del paisaje de Lima, donde desde el 3 de mayo han sido asaltadas y baleadas 14 personas, de las cuales seis perdieron la vida por resistirse al robo de pertenencias, tal como les sucedió a algunos jóvenes que apenas bordeaban la mayoría de edad.

En el colmo del atrevimiento, el hampa se dio el lujo hace unos días de asaltar a un grupo de cambistas en el jirón Paruro y a plena luz del día, donde hubo dos heridos. Días atrás, delincuentes había matado con un tiro en la cara a una estudiante universitaria en la urbanización Los Cipreses, Cercado de Lima. En las últimas horas, el joven Daniel Tello fue asesinado delante de su familia en San Juan de Lurigancho, al tratar de resistirse al hecho delictivo.

Cómo estará de desprotegida la ciudad, que en horas de la madrugada grupos de jóvenes hacen carreras de autos ilegales denominadas “piques”, que incluso ocasionan accidentes fatales, tal como sucedió el último fin de semana en La Molina. Cientos de jóvenes de Lima saben dónde y a qué hora se llevan a cabo estas “competencias” en zonas urbanas. ¿Tan complicado es para la Policía caerles encima y encerrarlos a todos por más “envarados” que estén?

Lamentablemente, no se le puede pedir mucho a un gobierno que a la fecha ha tenido siete ministros del Interior y que su postura oficial ha sido, en un caso, que el grave tema de la inseguridad “es una percepción”; y en otro que el problema del sicariato debería preocupar más a los delincuentes que se matan entre ellos, antes que a la población que nada tiene que ver con el hampa. Estas frases serían para la risa, si no fuera porque los “razonamientos” que las generan ocasionan muertes.

A los peruanos solo nos queda esperar más inacción de este gobierno, pese a que ello implique, tristemente, que tengamos a más gente muriendo en las calles a manos de la delincuencia. La esperanza es que el humalismo ya se va, y que quien venga después no podrá hacer peor las cosas. Urge decisión política y pantalones bien puestos para enfrentarse a quien haya que hacerlo, incluso dentro del Estado, para devolvernos la tranquilidad a los peruanos.