Es indudable que cada persona desarrolla ideas y conceptos sobre diversos aspectos de la vida, incluyendo la política. Quien afirme lo contrario no solo se engaña a sí mismo, sino que también falta a la verdad con la sociedad que le rodea.
Por ello, resulta sorprendente observar a ciertos “periodistas” que desde sus pulpitos mediáticos, tanto televisivos, radiales y digitales, aseveran su imparcialidad y objetividad en cuestiones políticas. Es repulsivo observar cómo algunos comunicadores se erigen como autoridades en materia de moral y ética.
¿Existen activistas en el periodismo?, ¡sí! ¿De varios lados del espectro político?, ¡también! Aunque los más acérrimos son aquellos que se agrupan en torno a la agenda 2030, es decir, aquellos comunicadores del ala caviar y que se hacen llamar “progres”, edulcorando su postura.
Sin apartarnos del asunto central, es importante subrayar que la imparcialidad y objetividad en el periodismo local están en entredicho. Cuando se examina la información relacionada con ideas contrarias a la agenda global, es evidente el uso constante de etiquetas y sesgos, incluso se llega a tergiversar la noticia.
Otra característica curiosa de este grupo es que reviven el “antifujimorismo” siempre que buscan eclipsar sus propios demonios. Por ejemplo, mientras un exasesor de la congresista recaviar del Partido Morado, Susel Paredes, enfrenta una sentencia a cadena perpetua por violación a dos menores de edad, la reacción del sector de ese periodismo se hace sentir con un apabullante silencio. Lo mismo sucedió con Fernandini y otros casos más. No obstante, si se tratara de un enemigo político, la indignación sería desmesurada. ¡El doble rasero!
El activismo político en sí no es una falta ni una actividad condenable, todo lo contrario, siempre y cuando los periodistas sean transparentes sobre sus inclinaciones políticas en lugar de pretender imparcialidad. ¡Es lo justo! Es imperativo dejar de utilizar el periodismo como refugio para actuar como activistas mediáticos con objetivos políticos, para avanzar agendas de manera encubierta.