En los últimos 35 años, la región Piura ha sido sacudida por dos fenómenos El Niño que, con sus descomunales desbordes e inundaciones, afectaron seriamente la propiedad pública y privada, la cual tardó años en ser recuperada. Hoy, por razones climatológicas distintas, se vive una situación muy similar que hasta el momento, y solo en agricultura e infraestructura, viene causando pérdidas por 400 millones de soles, según cifras brindadas el sábado por el gobierno regional.

En 1983, mientras el terrorismo golpeaba con brutalidad y la inflación crecía en el gobierno de Fernando Belaunde, el norte del país -en especial Piura- padeció un fenómeno El Niño que barrió con todo a su paso. He escuchado testimonios de la gente del barrio El Chilcal, que terminó viviendo con el agua hasta el pecho. Éramos un país sin recursos, sin tecnología y con una administración arrinconada por el salvajismo de Sendero Luminoso, la economía en caída libre y el descontento en las calles.

Pasaron 15 años y en 1998 llegó otra vez El Niño. Esta vez la alerta fue dada con anticipación y se hicieron obras de prevención. Sin embargo, Piura otra vez se vio dañada. Los puentes Viejo y Bolognesi, en el centro de la ciudad, fueron arrasados de plano, mientras el inicio del Bajo Piura sufría y Sullana vio colapsar su canal principal. Todo esto lo recuerdo muy bien porque lo cubrí como reportero de esta Casa Editora, con chaleco y botas de jebe.

Hoy, 19 años después, si bien no se trata de un Niño, Piura afronta una situación similar. Las lluvias han cargado los ríos, que podrían desbordarse o llevarse los puentes, y por las calles del centro el agua corre ante el colapso de los limitados sistemas de drenaje existentes. La falta de agua potable, como en el pasado, es uno de los principales dramas de la gente, que ayer recibió la visita del presidente Pedro Pablo Kuczynski y el premier Fernando Zavala.

Urge sumar esfuerzos a fin de atender la emergencia en Piura y luego recuperar lo perdido, con los debidos controles para evitar la corrupción. Pero al mismo tiempo, es necesario preguntarnos por qué en pleno siglo XXI, con recursos económicos y tecnología a la mano, no hemos sido capaces de detectar desde muchos meses atrás lo que se venía, para así adoptar medidas de prevención y evitar el nuevo drama de los piuranos, que hoy nos necesitan a todos. 

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