Uno no puede entender que una persona que se jacta de no leer un libro en su vida sea el rector de una universidad. Una persona que entiende la política como dar becas en su universidad (en especial a autoridades, sobre todo a las que tienen que supervisar su trabajo como autoridad) o dar regalos abiertamente. No necesita una ideología o plan de gobierno, solo necesita una billetera llena.

No es de una raza distinta, es uno más de los “criollazos” que pululan en la política nacional surgidos en las regiones bajo la moda de los “independientes” ante el fracaso de los partidos “tradicionales”. Su zona de influencia es lo que era el “sólido norte” para vergüenza de AGP.

Su estrategia de ser “buena gente” y regalar a manos llenas le ha dado resultados: su partido Alianza para el Progreso (APP- nombre tomado de la iniciativa de J.F. Kennedy para su política de cooperación) obtuvo el mayor número de municipios y regiones en las elecciones de octubre pasado.

El gran salto a la política nacional es su gran ambición, pero no entiende que tiene limitaciones no solo intelectuales. Regalar becas o bienes no reemplaza la capacidad de participar airosamente en un debate o presentar un sólido plan de gobierno.

Aunque varios comentaristas lo duden, los electores se han vuelto más inquisitivos y sofisticados luego de las experiencias con Toledo y OHT. Han disfrutado de una bonanza que no quiere que se acabe y votarán por aquel que les asegure seguir el camino recorrido de prosperidad con seguridad.

Una prosperidad sin regalos. Una seguridad que signifique el imperio de la ley. Por mientras que Acuña le pague los 7 millones que le debe al JNE.