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1. Porque es un delito: el Código Penal sanciona con hasta ocho años de cárcel esta práctica. Y atentos a las excusas, porque tanto en el caso de Renzo Reggiardo (Perú Patria Segura) como en el de Enrique Fernández (Frente Amplio), uno de los autores plagiados ha defendido el uso incorrecto de su material. Aclaremos: el plagio es un delito de persecución pública. Esto quiere decir que no solo se considera como afectado al autor del texto original, sino a la sociedad en su conjunto. Por ello, así el plagiado esté de acuerdo con el plagio, la Fiscalía puede actuar de oficio y denunciar el delito.

2. Porque -siendo delito- está cada vez más normalizado. Solo en los últimos tres años se han denunciado al menos siete casos de plagios perpetuados por políticos. Salvo el caso de la exsuperintendente de la Sunedu, Flor Luna Victoria, la consecuencia siempre es la misma: impunidad. Como bien señala Gerardo Távara (Transparencia), resulta insólito que, siendo el plagio un delito, la ley electoral no lo consigne como una causal de exclusión de candidatos.

Los denunciados -que buscan normalizar una práctica grave- suelen pasar por negar el plagio, sin importar la evidencia (el célebre “no es plagio, es copia” de César Acuña, el “no puse las comillas, pero no es plagio” de Luna Victoria y ahora el “error de tipeo” del Frente Amplio son algunos bochornosos ejemplos).

3. Porque plagiar nos habla de la rigurosidad, seriedad y ética del político. Nos habla, además, de su aproximación a las normas: que un estadista relativice o minimice la violación de normas debe ser, siempre, una señal de alerta para nosotros que podría, más tarde, pasarnos factura.