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Un día como hoy, hace 230 años, se produjo la histórica Toma de la Bastilla, un recinto carcelario medieval parisino que simbolizaba el despótico Antiguo Régimen imperante. Dicha toma es considerada el estallido de la Revolución francesa y, por su trascendencia, marcó el inicio de la Edad Contemporánea. Ganó trecho un pensamiento contestatario a un largo statu quo injusto y arbitrario que imponía los caprichos del monarca sobre los súbditos, cuyas vidas dependían completamente de los reyes. Al día histórico, martes 14 de julio de 1789, le precedió el memorable 20 de junio al quedar para el registro de la historia de Francia y del mundo entero la frase lapidaria del conde de Mirabeau: “Estamos aquí por la voluntad del pueblo y no saldremos más que por la fuerza de las bayonetas”. Había llegado hasta los oídos del rey Luis XVI y su esposa María Antonieta -luego fueron guillotinados- que los revolucionarios constituidos en Asamblea General no se moverían hasta darle una Constitución a Francia. Fue el mayor desafío contra el rey nunca antes visto soltado en el histórico Salón del Juego de la Pelota, donde volvieron a reunirse, después de varios siglos, los Estados Generales: Nobleza, Clero y Estado Llano. La revolución se tiró abajo el concepto del derecho divino que justificaba el absurdo derecho absoluto monárquico. Luis XIV, llamado “El Estado soy yo”, fue la manifestación más evidente de aquel sistema por muchísimos años imperante. Llegado el referido cambio sustentado en el derecho natural que tanto promovieron los pensadores de la Ilustración como Voltaire, Rousseau y Montesquieu y los enciclopedistas como Diderot y D’Alembert, la Revolución francesa se convirtió en la génesis de la proclamación de los derechos individuales consagrando la tesis de que todos los hombres somos iguales por naturaleza y que la ley se convertía en ese instante en la mejor garantía de ese intrínseco derecho. Así, también surgieron con la revolución los derechos humanos que son superiores y anteriores a la norma jurídica o positiva. El mayor legado de la Revolución francesa fue lograr trasladar la soberanía del monarca a la soberanía del pueblo -que lo sepan bien Maduro, Ortega y Evo Morales-, cuya voluntad es el único origen para la legitimar el ejercicio del poder.