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El triste fallecimiento de los tres bomberos voluntarios Eduardo Jiménez, Raúl Sánchez y Alonso Salas, el miércoles pasado, es una noticia triste y dolorosa, como toda muerte de un ser humano. Sin embargo, cuando la muerte se produce en cumplimiento de una labor autoimpuesta, que no es otra que la de salvar vidas humanas, sin recibir ninguna recompensa a cambio, esta muerte nos toca de manera mucho más profunda y dolorosa, pues cuestiona si el aporte que hacemos como ciudadanos es realmente suficiente.

El espíritu del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú (CGBVP) es exactamente el espíritu que se requiere que tengan las instituciones del Estado. La motivación y entrega de Eduardo, Raúl y Alonso es la que necesitamos en aquellos ciudadanos que deciden trabajar para el Estado -sean estos políticos, jueces, militares o policías.

Es cierto que podemos reconocer este espíritu y esta motivación en algunos funcionarios estatales, pero lamentablemente en menos proporción de lo que nuestro país necesita para salir adelante.

Está claro que los funcionarios y las entidades del Estado necesitan recibir una remuneración justa por su contribución para poder subsistir. Sin embargo, esta no debe ni puede ser la razón por la cual un ciudadano decide trabajar en el Estado, sino principalmente por una sólida vocación de servicio, unida a una demostrada capacidad de gestión. Esto nos permite caer en cuenta de que la selección de personas para trabajar en el Estado es muy compleja, pues una de las virtudes principales es la calidad de las mismas, en otras palabras, la calidad de los motivos que guían sus decisiones y acciones, lo que por supuesto es muy complejo de determinar.

Es lamentable que una circunstancia tan trágica sea la que mueva a la sociedad y a las autoridades a mirar las necesidades del CGBVP . Esperemos que esto se traduzca en una mejora sustancial para la institución. También esperemos que esto nos haga una sociedad más sensible a su labor y que la apoyemos de alguna manera.

Creo que debemos ir un poco más allá. Cada uno de nosotros debería reflexionar y definir cuál queremos que sea nuestro aporte como ciudadanos a nuestra sociedad y buscar alguna forma de hacer tangible este aporte. Espero que cuando escuchemos nuevamente la sirena de los bomberos, no solo nos hagamos a un lado para dejarlos pasar, sino que recordemos que este país tiene muchas necesidades y que pensemos cómo podemos hacer más, de manera desinteresada, para atenderlas. Estoy seguro de que esta será la mejor manera de honrar la memoria de Eduardo, Raúl y Alonso.