Es verdaderamente lamentable que terminada la emergencia generada por El Niño costero, el Gobierno y la oposición regresen a la situación inicial de pugnas políticas. De una forma u otra, esto hace que ni el Gobierno ni el Congreso se enfoquen en lo que realmente le importa a los ciudadanos. El regreso a la agenda de la libertad de Alberto Fujimori, y las interpelaciones a los ministros Basombrío y Vizcarra no hacen más que confirmar que este enfrentamiento es real, existe y parece que está aquí para quedarse (algo que sería perjudicial para todos).

Para Fuerza Popular, insistir y eventualmente lograr la liberación de Alberto Fujimori es algo importante. Sin embargo, esto reaviva las heridas y las críticas de una parte importante de la población, que está y seguirá estando siempre en desacuerdo con los excesos cometidos durante su gobierno, y que difícilmente creerá que FP es un fujimorismo renovado incapaz de usar su poder para beneficio propio. Si a esto le sumamos los continuos desacuerdos entre Keiko y Kenji, las posibilidades electorales de FP en las próximas elecciones presidenciales se ven disminuidas o, por lo menos, limitadas. Por otra parte, para el gobierno de PPK la situación no se ve mejor. El Congreso puede ser la eterna piedra en el zapato, que hará más difícil enfocarse en los temas importantes para el país: la reconstrucción, la seguridad ciudadana, etc. A los peruanos les importa poco porque las cosas no se hacen, lo que realmente les importa es que las cosas vayan mejor, y esto no parece que fuera a pasar. Por ello, es probable que los puntos ganados en aprobación por el gobierno de PPK se esfumen rápidamente en los próximos meses. Finalmente el gran perjudicado es el Perú y el ciudadano, quien no percibirá mejoras y se sentirá, una vez más, defraudado por sus autoridades, enfrascadas en temas poco relevantes para la mejora de su día a día.

Es paradójico que el Gobierno y la oposición no entiendan que son un co-gobierno y que la población los responsabilizará a ambos de los resultados de este quinquenio. Este continuo enfrentamiento nos asegura poco avance, pero además abre la posibilidad de un futuro absolutamente incierto. Un mal gobierno, junto a la destrucción de la reputación de políticos y sus correspondientes partidos (caso Odebrecht), asegura que el país termine en manos de demagogos y oportunistas.

Si realmente ambos, Gobierno y oposición, quieren el bien del país, entonces PPK y Keiko Fujimori deberán arreglar sus diferencias y enfocarse en los problemas reales del país, demostrando que en el Perú es posible trabajar hacia el mismo objetivo a pesar de nuestras discrepancias. Ambos líderes tienen la oportunidad histórica de hacer que el Perú recupere la confianza en sus autoridades en la democracia.