Han pasado 4 años desde que la Primavera Árabe cambió los regímenes de Túnez, Egipto y Libia. Los intentos de Qatar fueron rápidamente reprimidos. Se pensó que se establecerían democracias al estilo Occidental, pero lo que hay es un caos con dictaduras militares o territorios dominados por grupos subversivos seculares y/o religiosos.

En Siria se desató una guerra civil (300 mil muertos por ahora) en que la disputa es entre quienes sostienen el régimen familiar de Al Assad, los grupos étnicos que lo quieren derribar y un elemento nuevo, el Estado Islámico que son musulmanes suníes que quieren aplicar una versión estricta del Corán y dominar al resto.

Desde el comienzo Assad ha sido protegido por los rusos que desde los tiempos de su padre tienen su única base naval en el Mediterráneo. Assad vive en un crucero ruso frente a la costa Siria y hace apariciones esporádicas en Damasco.

La genialidad de Putin es que ha evitado que los EE.UU. hayan enviado tropas a Siria, lo máximo que han hecho es entrenar a grupos subversivos y hacer ataques aéreos contra los opositores a Assad. Esto ha generado una oleada nunca vista de refugiados en Europa, un problema dentro de la Unión Europea fortaleciendo los partidos de derecha. Ahora los rusos han decido entrar al conflicto para destruir a quienes fueron entrenados por los EE.UU. y de paso a los del Estado Islámico.

Si para Occidente la solución en Siria pasa por la salida de Assad, para los rusos eso no es negociable, pues defienden a un antiguo aliado y una posición estratégica. Putin le gana una vez más, como en Crimea, la partida a Obama.