Al escribir este artículo no sabemos quién es el presidente(a) ni el perfil y/o el nombre del futuro ministro de Educación. Los nuevos ministros comienzan delineando grandes planes para el quinquenio de gobierno, lo cual no está mal; pero la realidad indica que a lo primero que deben dedicarse es a la revisión y formulación, en este caso, del presupuesto 2022. La nueva administración llegará en plena reformulación del Reglamento de Funciones del Minedu. Pero, por encima de cualquier consideración, creo que es urgente poner atención para que a más tardar en marzo del 2022 los estudiantes vuelvan a las clases presenciales.

Por ello, se debe vacunar a todos los maestros y personal administrativo del sistema educativo(cerca de 750 mil); poner atención a que los 53 mil locales escolares públicos cuenten con mantenimiento y condiciones de bioseguridad; a la preparación los cuadernos escolares de trabajo; y a la dotación de un millón de tabletas más para alumnos y maestros al final del 2022. Los nuevos textos escolares corregidos y actualizados deben ser una prioridad a más tardar para el inicio del año escolar 2023.

Los alumnos deben regresar a las aulas con clases presenciales mejoradas usando competencias digitales mediante un enfoque pedagógico interactivo, hibrido y creativo poniendo como centro los propósitos del PEN al 2036 para formar alumnos con bienestar físico y socio-emocional, con ciudadanía plena. así como productivos e innovadores, en un marco de equidad e inclusión.

No menos importante es que el nuevo gobierno considere en lo que queda de este año y para el 2022 potenciar la reforma magisterial con nombramientos, ascensos, capacitaciones y aumentos de sueldos, sin dejar de pagar la deuda social. Se debe restablecer la dirección Nacional de Tutoría, desarrollar la reforma de la secundaria fortaleciendo los 1700 colegios técnicos, y declarar en emergencia por cinco años la infraestructura educativa para resolver este angustiante y crónico problema. Más hechos menos floro.

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