Pedro Cateriano no es un novato en política. No es uno de esos técnicos que nunca pensaron ser ministros, pero que en el cargo se dedican a hacer lo que les parece correcto y a tratar de no tener problemas. Cateriano, por el contrario, ha hecho política desde la universidad, ha sido diputado por el Fredemo en los noventa y luego ha estado ligado a los círculos liberales.

Tiene una biografía política antes de Ollanta Humala. Por eso no deja de sorprender que avale estas relaciones del humalismo con la dictadura chavista, sin ninguna consideración principista, y haciendo gala de un pragmatismo sorprendente en él.

Cateriano dice que el Ollanta Humala que él conoce no es chavista. Claro, oportunamente parece no preocuparle que la plata que gasta la familia Humala Heredia provenga de los fondos que Hugo Chávez, Nicolás Maduro y toda su pandilla esquilmaron a los venezolanos. A Cateriano, supuesto discípulo de Mario Vargas Llosa, no le importa que la plata de los venezolanos sometidos a una dictadura le permitan una vida suntuaria a la esposa del Presidente y a sus hijos.

Quizás Cateriano, ocupado con sus labores de Premier, no ha podido ver las noticias los últimos días. Entonces, no se ha enterado de la prolífica comunicación de la señora Heredia con el Palacio de Gobierno de Venezuela, ni tampoco de las transferencias que le hacían desde empresas quebradas en ese país. Tampoco se ha enterado, como afirma William Chávez (exsecretario del nacionalismo en Venezuela) que la plata para comprar el diario La Primera, que tan lealmente apoya a su gobierno, provino también de la dictadura chavista. Para no hablar de la vida de lujo, con nadie sabe dinero de quién, que lleva la esposa del Presidente.

Cualquiera hubiera pensado que Cateriano protegería su trayectoria y se apartaría de la plata del chavismo. Pero para sorpresa de todos, la avala. ¡Qué vergüenza, Cateriano!