Debo confesarles que, últimamente, vivo tentado de bloquear a todos aquellos que, en las redes sociales, inundan mi muro promocionando a sus candidatos favoritos. Obviamente nunca lo haré, debo estar informado de todo, incluyendo de las tonterías que difunden. Incluso, leo más a los que discrepan de mi forma de pensar porque del resto ya sé cómo piensan.

Pero eso no me impide sentir algo de frivolidad en quienes lo hacen, como si vivieran en otra realidad que no es la nuestra actual, esta realidad donde todos los días mueren decenas de compatriotas y miles sienten el dolor de esas pérdidas de su familia, de trabajo, de hambre. Hasta hoy, a dos meses del día de las elecciones, más de la mitad de la población electoral no quiere votar por nadie, no sabe o no le interesa.

La gente tiene en su cabeza otra cosa que le llena el pensamiento, sus muertos, sus enfermos, su mercado, los cobradores, las deudas. Cuando el futuro es incierto, tu día a día es absorbente. Si así funcionan las cosas, llegaremos al día del voto sin una idea clara y racional.  Las redes, en las que hoy se desgañitan los candidatos, no ayudan en nada, polarizan o confunden a la gente.

La televisión, como es su vieja tradición, recompone sus escuadras proselitistas con piezas de alquiler mientras los candidatos siguen creyendo en el antiguo y desusado mito de que los periódicos ponen y quitan presidentes. Eso no es verdad, sólo se lo creen los extorsionados y los extorsionadores.

Entonces, todos nos olvidamos que a quien tenemos que elegir es el que nos va a vacunar, es el que debe poner en marcha nuevamente la economía, atraer inversión, generar industrias y puestos de trabajo, en resumen, dirigir una “economía de guerra”. Vamos a elegir a un gobierno que no tendrá mucho que robar y que deberá tener capacidad para unir a todos los peruanos, sin diferencias de ideología, para reconstruir todo lo que este desastre mundial está destruyendo. No es una  frivolidad elegir.