Se cumplieron 20 años. Muchos recordamos como si fuera ayer que pasadas las dos de la tarde, un 22 de abril, vimos en la televisión cómo salían los rehenes rescatados por los comandos Chavín de Huántar, luego de 126 días de espanto en la Embajada de Japón en Lima.

El resto de la historia demuestra mezquindad y falta de agradecimiento, pero lo peor es que demuestra que un país no logra admirar a quienes dan sus vidas por sus compatriotas. ¿Raro no?

Una de las cosas que deben cambiar en el país, para que todos seamos mejores, es la capacidad de reconocer las cosas buenas que hace el resto. Hoy somos incapaces de admirar, de felicitar, de estar contentos con el éxito ajeno. Hay mezquindad. En el caso de los comandos, durante 20 años se les ha criticado muchas cosas, pero sobre todo, si tuvieron algo que ver con los supuestos “gallinazos” que habrían entrado a la Embajada luego de la liberación y si habrían matado emerretistas rendidos. Hasta hoy no se sabe legalmente si hubo “gallinazos”. Pero, en cualquier caso, los comandos han sido vilipendiados injustamente, pues jamás ha habido siquiera un atisbo de que ellos hubieran actuado delictivamente. Felizmente el Presidente ha sido capaz de separar paja de trigo y de demostrarle a los peruanos que los comandos son héroes y que se les premia y reconoce.

No son los únicos héroes. Los policías que exponen sus vidas para cuidarnos, los militares que luchan en el VRAEM por desterrar el narcotráfico y hasta aquellos que mueren cuidando bancos son todos héroes, pues van más allá de su labor exponiendo sus vidas. Héroes casi sin nombre a quienes debemos agradecer. No hacerlo implica que generaciones de peruanos sigan sin referentes que admirar.