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Durante semanas, meses y años, la gente hablará de la visita del papa Francisco a nuestro país. Él llegó y estuvo en Lima, Puerto Maldonado y Trujillo. Antes estuvo en Chile, donde su estadía no fue muy cómoda; le quemaron cuatro iglesias.

La Iglesia está en crisis, cada vez menos gente cree en ella, y sus mismos líderes han contribuido a que así sea. Una gran cantidad de curas pedófilos, violadores y sinvergüenzas han hecho que esta crisis esté hoy en su clímax.

El caso del Sodalicio es algo que quema: curas que se aprovecharon de su poder para hacer tocamientos indebidos, y hasta violaron a niños que creían en ellos, han contribuido a un claro desgaste de la fe religiosa.

Figari, el líder del Sodalicio, un ruin delincuente que ha violado a niños hace años, goza de la protección del Vaticano. Hoy este inescrupuloso tiene pedido de prisión en el Perú, pero se encuentra refugiado en Roma.

En su momento, Cipriani, quien para mí es más un líder político que un pastor de Cristo, se encargó de que no se investigue a Figari.

El Papa dice sentir vergüenza por sus ovejas negras, pero no las entrega para que tengan un juicio justo, como cualquier ciudadano.

Hoy más que nunca las palabras de Atahualpa Yupanqui tienen más validez: “Hay un asunto en la tierra más importante que Dios, y es que nadie escupa sangre pa’ que otro viva mejor. ¿Que Dios vela por los pobres? Tal vez sí y tal vez no, ¡pero estoy seguro de que almuerza en la mesa del patrón!”.