Tengo la suerte de ir seguido al Cusco desde hace siete años y lo he visto cambiar, en general, para mejor, pero parecería que algunas veces hay poco orden y ninguna planificación. Eso no llama la atención en un país tan desordenado como el Perú; sin embargo, realmente se puede hacer mucho con poco.

Estuve en Ollantaytambo, paseando, y fui a ver la estación del tren, a la que no iba hace años. El desorden de vendedores de bebidas, ropa y artesanías, mezclado con gigantescas señales de “Baños por 1 sol”, le quitan la belleza natural que tiene la llegada al río Vilcanota. Un poco de orden, baños señalizados discretamente y limpieza cambiarían el lugar por donde pasan miles de turistas peruanos y extranjeros.

Urubamba es una ciudad pequeña, cuyo comercio es intenso en épocas de fiestas, y que ha pasado por el desarrollo tanto de empresas como de condominios básicamente poblados por limeños. Pero casi nada está regulado, el municipio no interviene sino en cosas realmente sin importancia, dejando que cada quien haga, básicamente, lo que quiera, afeando la ciudad.

En Cusco sí hay más reglamentación, al menos los avisos de los comercios que circundan la Plaza de Armas son en negro para evitar los colores que afearían la Plaza. Pero la salida del aeropuerto hacia la ciudad sigue siendo caótica y llegar a Sacsayhuamán, Puca Pucara, Ollantaytambo y otros monumentos nos lleva por caminos que bien podrían estar mejor señalizados, pero, sobre todo, mejor cuidados.

Son muchas cosas las que se pueden hacer con pocos recursos y mucha dedicación para que el Cusco sea cuidada como una de las maravillas del mundo. ¡Se lo merece!