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Hace algún tiempo llamé la atención acerca de las acciones bélicas indiscriminadas que vienen realizando las fuerzas de la coalición internacional en Siria, país del Medio Oriente que soporta un conflicto armado desde hace más de cinco años. El descalabro humanitario ha generado la reacción del secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki-moon, quien acaba de condenar el inmisericorde bombardeo sobre un hospital en la zona de Alepo, uno de los territorios más devastados tanto por parte de los actores convencionales, como es el caso de las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad y los rebeldes que buscan la salida del dictador, como por los actos sanguinarios de los grupos terroristas que buscan profundizar la desestabilización del país, como sucede con el Estado Islámico. La gravedad del asunto pasa por que ha sido el propio representante del mayor foro político del planeta quien no ha dudado en imputar a Rusia la responsabilidad de los referidos ataques en un nosocomio, donde ha causado la muerte de más de 34 personas, en una clarísima muestra de desdén de las reglas del derecho internacional humanitario. En efecto, los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos complementarios, que establecen la prohibición de atacar a los civiles o a las posiciones en que se encuentren, siempre en medio del combate, han sido tirados al suelo. Esto impacta en una de las mayores garantías internacionales consagradas históricamente en el derecho de la guerra. Ban Ki-moon sabe de la magnitud de este tipo de atropellos y por eso ha calificado el nefasto ataque de “imperdonable”. Rusia, por supuesto, lo ha negado. Sabe que este tipo de acciones al margen del derecho tarde o temprano podrían promover niveles de responsabilidad penal individual en el marco de la Corte Penal Internacional. ¡Mucho cuidado!