En el periodismo nada es nuevo, todo está inventado, escucho en boca de algunos periodistas. Si es así, si como designio de Dios todo está hecho y la línea periodística ha sido trazada antes de que estuviéramos en pie, hasta ahora no entiendo cómo algunos siguen intentando sacarle la vuelta a la profesión con técnicas al margen de la verdad. Y es que nos debemos a la verdad, a la transparencia de nuestra labor. Una función distinta nos llevaría a otro campo fuera de lo que sabemos hacer.

Con las cosas más despejadas, nunca es tarde para recordar que en el mundo del periodismo lo maquiavélico no tiene cabida, que la búsqueda de la verdad no te perdona el delito de corromper para lograr el objetivo de la primicia calientita. Error más grande el de mentir para obtener una verdad, semejante patraña que algunos han horneado para sentirse menos culpables.

Diferentes son las técnicas para buscar la verdad, que las hay en varias versiones. Pero, con el público, uno no puede ser deshonesto solo por el hecho de revelar una primicia. Engañas a quienes, supuestamente, te debes a diario, difundiendo una noticia que nace muerta porque pierde su interés público para convertirse en uno personal, el del periodista.

¿Cómo atraer a esa nueva especie que devora tablets y vive pegada a la Internet? Pues, con lo mismo que se conquistó al público desde que apareció el primer periódico, contando la verdad, entreteniendo con historias de ricas escrituras, haciéndoles provocar el sano bicho de saber quién nos gobierna, atrayéndoles haciendo nuestro campo: el periodismo.

El mundo de las comunicaciones está cambiando, pocos periodistas acuden hoy a un archivo lleno de hongos, mientras otros creen que Wikipedia reemplazó a los pesados diccionarios. Sin embargo, todos ellos deben apuntar hacia lo mismo, así pasen miles de años, aproximarse a la verdad y contarla con todas sus pruebas.

Feliz día para quienes practican el periodismo, así de seco, sin otros adjetivos que adornen a la profesión, porque periodismo solo hay uno.