La situación del Gobierno es más delicada de lo que se podía suponer. Ya ni sus más leales congresistas, como lo puede ser Víctor Isla, cumplen con obedecer lo que se decide en el Ejecutivo y más bien ponen por delante sus ambiciones electorales antes que la responsabilidad para gobernar.

Los cuatro expresidentes nacionalistas del Congreso lideraron la oposición al Gobierno en el caso de la participación de Petroperú en la explotación petrolera. Aproximándose a las elecciones, se acordaron de sus viejas prédicas estatistas y desoyeron lo que durante un par de horas estuvieron sosteniendo el presidente del Consejo de Ministros y la ministra de Energía ante el pleno del Legislativo.

La debilidad del Gobierno quedó confirmada durante la entrevista que el presidente Humala dio el fin de semana, donde en lugar de llamar al orden a su bancada, trató de explicar lo inexplicable. Es notoria la incapacidad para dirigir el gobierno del presidente Humala. Sus congresistas están preocupados por las siguientes elecciones, mientras él pone todos sus esfuerzos en tratar de defender a su esposa de las sólidas acusaciones que recibe.

Faltan menos de 11 meses para el final de su mandato y ya Humala es un pato rengo. No se ha convocado siquiera al proceso electoral y su bancada ya no responde a su conducción. ¿Cómo pretende enfrentar los graves problemas de la economía?

Asfixiado por los asuntos de su esposa, distraído en buscar argumentos para explicar los millones que aparecen por todos lados, preocupados en atacar a quienes los cuestionan, el país carece de conducción. Entre el proceso electoral y las reuniones internacionales que se acercan, el tiempo puede parecer más rápido. Pero lo real es que los problemas no se resolverán solos. Solo nos queda esperar.