El Perú está en emergencia. Los reportes de desastres que dejan las lluvias y que provocan una serie de desbordes y caída de huaicos han movido la agenda nacional. Autoridades de Huancavelica, Ica, Junín, Arequipa, Puno, Cusco, Tacna, Moquegua y las regiones de la selva dan cuenta de frecuentes emergencias, mientras se desplaza la mayor cantidad de maquinarias para asistir a los miles de damnificados. En la mayoría de sucesos registrados se ha confirmado que poblaciones, desafiando a la naturaleza, se han conformado en zonas de riesgo, donde en alguna oportunidad existieron cauces de agua.

Reza el dicho: “El agua siempre recupera su cauce”, y prueba de ello es lo que ha ocurrido a lo largo de la Carretera Central en Lima (Chosica, Matucana, Chaclacayo, San Mateo y otros), donde se construyeron viviendas en quebradas que año tras año soportan la caída de lodo y agua, destruyendo todo a su paso. Ejemplos de esta informalidad en el crecimiento urbano, sobran. Es urgente que las autoridades ejecuten un plan de trabajos eficiente, de largo plazo, para evitar las consabidas escenas de desgracia y sufrimiento que vemos cada año en temporada de lluvias.

Las emergencias de ahora pueden ser la oportunidad para promover este cambio, este trabajo articulado y responsable de todos los sectores, aún si eso significa dejar atrás las promesas de formalización de invasores que se asentaron precisamente en zonas de riesgo. Empecemos a tratar el problema con seriedad. 

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