Diálogo+autoridad=orden. Esta es la fórmula que no pudo descubrir a tiempo el gobierno de Ollanta Humala para hacer frente a los conflictos sociales y viabilizar la convivencia política en general.

Este régimen adoleció de operadores políticos que ayudasen a maquillar la alarmante falta de liderazgo del Presidente y, bajo ese panorama, el problema siempre se antepuso a la solución, y en algunos casos la sangre llegó al río.

Hoy, por obra y gracia de la casualidad, y a año y pico del cambio de gestión, tenemos un premier como Pedro Cateriano que -haciendo de tripas corazón- dialoga, conversa, exhibe formas democráticas, guarda sus iras y va en busca de las cortapisas, como hemos visto durante sus reuniones con los principales líderes de los partidos que finalmente le permitieron conseguir el voto de confianza en el Congreso de la República.

Lamentablemente, en el caso del proyecto minero Tía María, en Arequipa, la protesta fue tomando cuerpo frente al aludido desdén gubernamental y a esta altura del camino tenemos que lamentar la muerte de dos manifestantes y un policía, amén de las afecciones colaterales a la economía y confianza en nuestro país.

¿Es una medida acertada llevar a las Fuerzas Armadas a Islay? En primera instancia sí, porque, aunque la fórmula esté invertida, necesitamos recobrar el orden en la provincia arequipeña y, a partir de allí, intentar mimetizar a la población (sobre la base del diálogo) con los beneficios de Tía María, sin el concurso de seudodirigentes que quieren jalar lentejas para su molino.