Decía Víctor Andrés Belaunde que el Perú es una utopía indicativa, un sueño por cumplir. Y lo es. El Perú es un antiguo anhelo por restaurar, un imperativo que se tiene que construir. El Perú, un viejo reino liquidado por la división, tiene ante sí el reto formidable de la regeneración republicana. Para cumplir con su destino político, es inevitable combatir a brazo partido con las diversas desviaciones que amenazan la estabilidad de la patria: la desviación marxista, la desviación anticlerical o jacobina y la desviación populista.

La primera de las desviaciones, tras un siglo de graves errores históricos y humanos, se ha reciclado en el pequeño pero bien organizado movimiento caviar. La progresía peruana continúa adscrita al radicalismo ideológico y, por tanto, busca de manera consciente la polarización. Dividir sectariamente forma parte de su estrategia. De allí que nuestros progresistas solo existen cuando rechazan, son negativos en esencia y la denuncia feroz del fujimorismo y el aprismo constituye su verdadero elemento. Incapaces de cualquier política afirmativa, sin nada que mostrar en el plano de la eficacia, la desviación caviar se define por lo que niega. Nada más.

La desviación anticlerical y jacobina reedita un siglo después los excesos del liberalismo anticatólico del novecientos. La proscripción de la religión de la esfera pública es su objetivo a largo plazo y para ello el movimiento anticatólico aspira a imponer una agenda pseudo-tecnocrática que altere mediante unos medios de comunicación sesgados el mayoritario respaldo del pueblo peruano al cristianismo. Así, artificialmente, los anticlericales buscan generar una falsa “cuestión religiosa” ocultando que la religión es un factor de cohesión nacional superior a cualquier adscripción institucional.

Por último, el populismo. El populista es incapaz de hacerle frente al pueblo para plantearle una utopía indicativa, un sueño común. El populista, cuando ingresa a la historia, genera moralejas. Nuestra historia está llena de populistas de todos los signos, proyectos de estadistas sin hambre ni capacidad de gloria. El Perú, queridos compatriotas, necesita el compromiso de todos y cada uno de sus hijos, en su lugar de trabajo, en la política, la empresa y el periodismo. En todas partes. Estas fechas son estupendas para recordar que los grandes cambios siempre tienen que ver con personas concretas dispuestas a luchar.