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Trabados es la mejor palabra para definir la situación institucional actual del Perú. El Congreso se encuentra trabado, pues la ciudadanía y los medios continúan poniendo foco en el referéndum, que al parecer avanza a paso de tortuga por la poca voluntad política de la mayoría fujimorista. El Poder Judicial está trabado, por los conflictos internos en la Fiscalía, por los cuestionamientos a su titular, Pedro Chávarry, y por la imposibilidad de reorganización del CNM, una reorganización que depende en gran medida de las reformas que el Congreso no está dispuesto a facilitar. Finalmente, el mismo presidente Vizcarra parece trabado, pues el impulso de popularidad que le dio la propuesta del referéndum retrocede de 49% a 47%, como lo muestra Datum en su última encuesta, y parece que el Presidente no tiene otro as bajo la manga, ya que la cuestión de confianza es algo bastante riesgoso, para él y para el país. Adicionalmente, la inestabilidad interna y las complicaciones de la economía mundial hacen poco probable que el limitado crecimiento de nuestra economía se sienta en los bolsillos de los ciudadanos. Al no sentir mejora, no se perciben indicios de que el Gobierno esté funcionando.

La conclusión de la ciudadanía es clara. El 79% de los peruanos cree que el país está en el rumbo equivocado (encuesta Datum, setiembre 2018); sin embargo, la realidad parece ser un poco más grave. El país no tiene rumbo; ninguno. Estamos trabados o colgados, como decimos cuando un computador no responde. El secreto, cuando un equipo electrónico está colgado, es bastante simple. Debemos apagarlo, esperar unos minutos y volverlo a encender. En la gran mayoría de los casos, los sistemas y el equipo restablecen sus funciones sin mayor inconveniente. Muy a nuestro pesar, no podemos apagar el país y prenderlo nuevamente. Si las fuerzas políticas y sus líderes no buscan en seguida y en serio una forma de avanzar, se consolidará cada vez más la sensación de que debemos apagar el sistema, que equivale a creer que la solución es que se vayan todos. Cada día las voces que piden el cierre del Congreso, la renuncia de Chávarry y probablemente también la salida de Vizcarra, en la medida en que su popularidad siga deteriorándose, serán más fuertes, un hastío ciudadano con impredecibles consecuencias.

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