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Cada cierto tiempo en nuestro esquizofrénico panorama político existen escenas que se repiten, aunque los papeles y personajes varíen. La constante, sin embargo, pareciera ser siempre la misma: la frágil memoria del público.

Marzo de 2018: un presidente heroico luchaba contra un Congreso de villanos que, tras innumerables intentos por ajustarle la rienda, ponían en marcha un pedido de vacancia por incapacidad moral.

La consigna de Pedro Pablo Kuczynski era clara: si me vacan, renuncian mis dos vicepresidentes. Mercedes Aráoz, segunda vicepresidenta, no titubeó ante ello; e incluso -como narra la periodista Rafaella León en su libro Vizcarra- tuvo redactada y firmada su carta de renuncia si el Congreso triunfara en sus intentos de derrocamiento.

Sin embargo, en el caso del entonces primer vicepresidente, el asunto no estaba tan claro. Desde Ottawa, el silencio de Martín Vizcarra retumbaba en los oídos de congresistas oficialistas, quienes exigían su pronunciamiento sobre qué postura tomaría si el Presidente era vacado. El mismo PPK hizo referencia a supuestos “traidores”, y no fueron pocos los que especularon sobre presuntos coqueteos entre Vizcarra y el fujimorismo para asumir la Presidencia en un clima de alianza.

Más de un año después, el escenario es curiosamente similar. Lejos de percibirse lealtad y sintonía entre el Presidente y su vicepresidenta, son pocas las dudas que quedan sobre el alejamiento entre ambos.

La distancia se hizo evidente desde el minuto 1, cuando -mientras un gabinete de ministros aplaudía de pie ante el anuncio de adelanto de elecciones de Vizcarra- Mercedes Aráoz permanecía sentada y sorprendida. Al día siguiente, mediante un frío saludo de miradas esquivas en la Parada Militar, la ruptura de lo que alguna vez fue una relación de amistad y complicidad se hacía más evidente aún.

Finalmente, toda duda quedó zanjada luego de que, en entrevista con El Comercio, Aráoz no descartó asumir la Presidencia en caso Vizcarra renunciase, y aseguró que el pueblo los eligió para llegar hasta el 2021.

Un informe publicado por el mismo diario muestra cómo, en la historia del Perú, las escenas de “traiciones” y deslealtades -entendidas como relaciones conflictivas o distantes- entre presidentes y vicepresidentes son, más bien, la regla. Dato para tomar en cuenta cuando votemos por una plancha presidencial.

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